EL PADRE TRAMPITAS: EL “MATACURAS” FUE SU COMPAÑERO EN LA CÁRCEL

*Pancho Valentino fue quien asesinó al padre Juan Holand Tavernier, en 1957, en la capilla de la Virgen de Fátima, en la calle de Chiapas, 102, colonia Roma, cuyo crimen le valió el mote de “El Matacuras”

Corresponsalías Nacionales/Grupo Sol Corporativo

(Cuarta de seis partes)                                              

Ciudad de México.— Otra de los cientos de anécdotas que se contaban del “Padre Trampitas” fue el de José Valentín Vázquez Manrique, José Izquierdo Domínguez, José Manrique Vázquez o Sergio Montes de Oca, mejor conocido como “Pancho Valentino”, campeón mundial de peso completo de lucha libre.

Pancho Valentino fuer quien, junto con otro luchador de nombre Pedro Linares Hernández, “El Chundo”, asesinó al padre Juan Holand Tavernier, en 1957, en la capilla de la Virgen de Fátima, en la calle de Chiapas, 102, colonia Roma, cuyo crimen le valió el mote de “El Matacuras”.

Cuando llegó a las Islas Marías, se presentó así ante el Padre Trampitas:

–“Yo soy Pancho Valentino, el matacuras, ¡eh!”.

–“Pues yo soy el Padre Trampas, mejor conocido como el que mata a los matacuras, y no te me enchueques porque te lleva la chingada”.

Por muchos años Pancho Valentino no le habló.

Todas las mañanas “El Padre Trampitas” pasaba cerca de aquel hombre y lo saludaba: –“Buenos días, Pancho”, a lo que este solo lo miraba despectivamente, escupía al suelo y parecía que le gruñía.

Cierto día un preso fue a buscarlo para decirle que “Pancho Valentino” le había pedido que lo ayudara a matar al cura.

–“Ándese con cuidado, padre, el Pancho lo quiere matar”.

Ese mismo día, después del toque de queda, a las 8 de la noche, “El “Matacuras” fue a buscar al sacerdote y le ordenó que saliera. Este lo siguió sin cuestionarlo, seguro de que esa noche iba a morir.

No hizo ningún intento por pedir auxilio, pues para él era glorioso morir por Dios y en la cárcel. Solo ofreció su vida por la salvación de todos los internos de aquel penal, incluida la de quien sería su asesino.

Llegaron hasta la capilla y entonces Pancho Valentino comenzó a carcajearse. Volteaba para todos lados con un rostro desfigurado y se burlaba del sacerdote.

Cansado de tantas blasfemias, “El Padre Trampitas” se armó de valor y le dijo: “Termina ya Pancho, ya sé a lo que vienes, mátame como mataste a mi hermano sacerdote”.

Pancho se quedó inmóvil y sus ojos se fijaron en la imagen de la Virgen de Guadalupe. Después de varios minutos rompió en llanto y en exclamaciones.

–“Ya no Virgencita, ya no, por favor”, dijo y corrió hacia el Sagrario. Desesperado, golpeaba el piso y gritaba “ya no, ya no quiero matar, perdóname, Señor. Si quieres, quítame la vida, pero perdóname, por favor, ya no quiero matar”.

Después salió corriendo de la capilla y se perdió.

Al día siguiente fue nuevamente a buscar al sacerdote, pero ya no para amenazarlo con matarle, sino para confesarse. Después comulgó y a partir de ese momento todos los días iba a la iglesia y participaba de las celebraciones, pero siempre de rodillas.

Nunca más atacó a nadie y todos los viernes se iba a un cerro y subía y bajaba con una cruz de 70 kilos que hizo él mismo, con madera de un árbol llamado “palo negro”, hasta que finalmente murió por enfermedad.

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