MICHOACÁN: ENTRE CÁRTELES, GUERRA SIN FIN

*El estado de Michoacán no puede tener paz. En la recta final del mandato de Silvano Aureoles surgen datos y evidencias de la corrupción del gobernador perredista, así como sus presuntas ligas con el crimen organizado, lo que ha provocado que la guerra entre los cárteles no pueda tener fin.

Ricardo Ravelo/Corresponsalías Nacionales/Grupo Sol Corporativo

(Primera de tres partes)

Michoacán.- El cierre del sexenio de Silvano Aureoles, exgobernador de Michoacán, fue caótico: La entidad está atenazada por siete cárteles del narcotráfico que se disputan el territorio, desatan balaceras, persiguen a sus rivales, desplazan a los habitantes de decenas de municipios, causando terror y zozobra por todas partes.

Pese a los llamados del mandatario para que cese la violencia, ésta continúa presente en todo el estado. La semana pasada, por ejemplo, los hechos de violencia se recrudecieron a tal grado que alcanzaron a la capital de la entidad –Morelia –donde varios sujetos armados y a bordo de motocicletas lanzaron artefactos explosivos, bombas molotov, entre otros, para agredir a un grupo de agentes que circulaban en sus patrullas.

No obstante la presencia policiaca y de los miembros de la Guardia Nacional, en Michoacán la pacificación no llega: El crimen organizado, en particular los cárteles de Jalisco Nueva Generación, Los Viagras, Los Caballeros Templarios, células de Los Beltrán Leyva y Los Correa –el nuevo cártel identificado recientemente –realizaron diversos bloqueos carreteros, incendiaron vehículos oficiales y privados, emprendieron ataques hacia los miembros de la Guardia Nacional y efectivos de la Policía Estatal.

Los ataques armados y bloqueos carreteros se presentaron en media docena de demarcaciones de la entidad y los efectos de tales eventos violentos se sintieron, incluso, en la capital del estado: La ciudad de Morelia.

La secretaría de Seguridad Pública del Estado, a través de su cuenta de Facebook, reconoció que el crimen organizado paralizó seis municipios; los grupos delictivos –aceptó la dependencia –detuvieron diversas unidades de transporte privados, a los que les prendieron fuego.

Con estos actos de violencia extrema, que rebasó a las autoridades por enésima vez, el crimen organizado puso en evidencia la impotencia del gobierno de Silvano Aureoles, quien dejó el estado antes de que finalice 2021 con saldos negativos en materia de seguridad: más de mil 500 asesinatos y cinco cárteles en disputa que han causado terror y desplazamiento de familias completas debido a la violencia imparable. Un ejemplo de este estado terrorífico es el municipio de Aguililla, tomado hace un mes por hombres armados identificados como sicarios del CJNG.

AUREOLES, ALIANZAS CON EL NARCO

Además de que ha sido señalado por sus presuntos actos de corrupción, el exgobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, también es acusado de brindar protección al crimen organizado que opera en la entidad.

El exmandatario ha quedado exhibido no solo por la prepotencia mostrada ante un manifestante, sino por la incapacidad demostrada durante seis años para pacificar el estado que gobierna, aplicar la ley y hacer valer un verdadero Estado de Derecho.

Aureoles ha sido una figura decorativa frente a la violencia de los grupos criminales. Cada vez que se lo proponen, los cárteles toman el control territorial y el gobernador queda reducido a una figura menor, un simple espectador del desastre.

¿Complicidad o incapacidad?

Así lo demostró recientemente el jefe del cártel de Jalisco Nueva Generación, Nemesio Oseguera, al disponerse a tomar el control del municipio de Aguililla –su terruño natal–, lo cual hizo extrañamente luego de que tanto elementos del Ejército como de la Guardia Nacional abandonaron el municipio.

La irrupción del CJNG en Michoacán ha sido violenta. No son nuevas las arremetidas de ese Cártel por imponer su ley en un estado clave para el tráfico de drogas: En varias ocasiones se ha enfrentado a los grupos locales. La guerra ha sido con Los Viagras, La Familia Michoacana o bien con grupos de autodefensas que han sido financiadas por otros cárteles. Por ello, no todas defienden los intereses de la sociedad sino del crimen.

El estado de Michoacán ha estado tomado siempre por el crimen y ha dado muestras de su poder mediante ejecuciones, emboscadas de policías y militares –una de ellas ocurrida precisamente el año pasado en un camino hacia Aguililla–, por lo que es claro que en el territorio priva un vacío de poder absoluto.

La actitud prepotente mostrada por Aureoles –los videos circularon velozmente por los hilos electrónicos– en el que se observa cómo desciende de un vehículo militar, se dirige a un grupo de manifestantes y empuja a uno de ellos, retándolo a golpes, da cuenta de que el mandatario ha perdido completamente el piso.

El manifestante le reclamó –y con justa razón– que resultaba muy cómodo visitar Aguililla en helicóptero, mientras la población se desplaza debido al terror que siembra el crimen organizado desde hace varios años, sin que haya solución ni por parte del gobierno estatal ni de la Federación.

Aureoles pidió al presidente Andrés Manuel López Obrador la intervención del Ejército en Aguililla, pero lejos de incursionar con un operativo que pusiera a salvo a la gente se realizó una reunión en un cuartel militar con miembros representativos del municipio, aunque nada se dijo de los temas que trataron.

En resumen, frente a la violencia, Aureoles ha mostrado incapacidad, en tanto que el presidente López Obrador ha sido totalmente omiso ante un poder que amedrenta, secuestra y asesina a la población. Se supone que el mandatario tiene un profundo respeto por el pueblo ¿Por qué permite entonces que la gente sea asesinada o aterrorizada? Este es un claro contra discurso.

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