Cirilo Balderas: un caso de impunidad
Scotland Yard, famosa organización policial, reconoció que el agente secreto mexicano, Cirilo Balderas, tenía el récord mundial de aclaración de asesinatos en el mundo
Corresponsalías Nacionales/Grupo Sol Corporativo
(Primera de seis partes)
Ciudad de México.— Scotland Yard, famosa organización policial, reconoció abiertamente que el agente secreto mexicano, Cirilo Balderas, tenía el récord mundial de aclaración de asesinatos en el mundo.
Y lo que habría provocado un reconocimiento oficial al investigador, en otros países, en México se ocultó como un estigma, porque según las mezquinas autoridades, eso habría significado quizá que se nos señalara como un pueblo violento y homicida.
(En otra oportunidad, hablaremos de Cirilo Balderas y del inolvidable trabajo del Servicio Secreto mexicano).
Obviamente, también —como erróneamente se asegura que hacen los avestruces— el régimen fingió no estar enterado de que se rompió aquí un récord en demanda de justicia contra un criminal influyente: durante varias décadas una familia solicitó castigo justo para el culpable, quien se burló de la sociedad todo el tiempo que pudo, hasta que su propia vanidad provocó que confesara el crimen.
Año tras año, al cumplirse cada aniversario de la salvaje agresión contra el estudiante Fernando Capdevielle Oleata (victimado de ocho tiros, calibre .45), su familia publicó esquelas en diferentes medios de comunicación, mientras el responsable de homicidio gozaba de la protección oficial.
¿Quién iba a arrestar al protegido, si tras asesinar a Capdevielle a traición, fue capaz de romperle una pierna, a patadas, a la famosísima Madre Conchita, acusada injustamente de ser cómplice en el asesinato del general Álvaro Obregón?
¿La agredió en una celda, a solas, para que la religiosa no pudiera acusarlo al no tener testigos?
No, Gonzalo Natividad Santos Rivera (mejor conocido como Gonzalo N. Santos) primero le apagó puros en el cuello, junto con otro “indignado” político que suponía, en su fanatismo, que la monja y José de León Toral, con la muerte de Obregón, “habían dejado sin padre” a mucha gente.
Se podría comprender la tortura a que fue sometida la infortunada Madre Conchita, cuando algún experto nos dijera qué temperatura alcanza la brasa de un puro, también la brasa de los cigarros que utilizaba el cómplice de Gonzalo N. Santos.
La agresión se llevó a cabo frente a policías uniformados, quienes en ningún momento ayudaron a la religiosa; cerca de un abogado defensor, frente al Ministerio Público y a la vista de cientos de curiosos que, acarreados, insultaban ferozmente a Concepción Acevedo y De la Llata, a quien lo menos que le deseaban era su reclusión en las Islas Marías, para que fuese violada por cientos de criminales cautivos.
Fue cuando, inspirado en el fanatismo de la época y en su propia egolatría, Gonzalo N. Santos le fracturó a patadas una pierna a Concepción Acevedo y De la Llata, quien no se quejaba demasiado, ante la idea de que el sufrimiento “había sido aceptado por Dios”.
Amigo(a) lector(a): por favor lee con respeto lo que consideramos breve historia verdadera de La Madre Conchita, insultada y difamada por muchos, homenajeada por otros, reverenciada por muchos.