BRACEROS: LA GRAN ESTAFA DEL GOBIERNO
*El 19 de noviembre 1954 el gobierno mexicano asignó al IMSS para que proveyera de seguros de vida y por riesgos no profesionales a los trabajadores mexicanos y lo autorizó para que recibiera los descuentos… Algo que pasó a medias
Corresponsalías Nacionales/Grupo Sol Corporativo
(Quinta de seis partes)
Ciudad de México.- Lo novedoso de otro acuerdo, 19 de noviembre 1954, fue que el gobierno mexicano asignó al Instituto Mexicano del Seguro Social para que proveyera de seguros de vida y por riesgos no profesionales a los trabajadores mexicanos y lo autorizó para que recibiera los descuentos que, para el caso, harían los patrones, según lo estipulado en el artículo 6 del Contrato de Trabajo. El IMSS fijaría las primas que se descontarían a los trabajadores.
Parece, pues aclarado que no es cierto que a todos los trabajadores se les descontó un 10 por ciento de su salario durante 22 años. Y hasta la fecha se soslaya en la historia de esos trabajadores que “perdían derechos si no abandonaban Estados Unidos al término de sus contratos, (que eran más o menos por seis meses), y se les consideraría infractores de la ley si se internaban en territorio estadounidense, con la intención de contratarse otras temporadas en diferentes regiones que las asignadas en el Convenio de Braceros”.
En otras palabras, Estados Unidos hacía como que no se daba cuenta que de cada cien mil trabajadores, sesenta mil o setenta mil NO RECOGÍAN SU CHEQUE y desertaban de sus obligaciones, perdiendo derechos de recontratación y pudiendo ser deportados a la mayor brevedad posible al ser localizados.
De hecho, la Secretaría del Trabajo había recibido plena autorización para enviar inspectores a los centros de labor, a la hora que fuese, para comprobar el buen trato que se les daba a los mexicanos.
Hasta donde es sabido no había demasiadas quejas, excepto algunas que se consideraban “normales”, como el que “se obligaba a los trabajadores a bañarse con frecuencia, cambiarse de ropa“, etcétera. Hubo centenares de mexicanos que comenzaron a vestirse “a la moda, con pantalones entallados”, dejaban a un lado el sombrero y se ponían gorra…
Muchos aprendieron a expresarse en inglés, otros jamás pudieron, pero sus compañeros les explicaban lo necesario.
En realidad, la frontera norte tuvo siempre “facilidades” para entrar y salir por parte de los mexicanos, miles de los cuales vivían en México y trabajaban allá en el área de servicios. El contrabando en pequeña escala al principio, proporcionó boyante economía a muchas familias, que compraban barato en Estados Unidos y vendían un poco más caro y en abonos, en México, todas “las novedades” de juguetería y tecnología.
Obviamente, los veteranos platicaban al término de las labores diarias, que para el año en que fue asesinado el general Obregón, por el dibujante de Excélsior, José de León Toral, 1928, se estimaba que más de la décima parte de los mexicanos había emigrado, temporal o permanentemente, a Norteamérica.
Ya en la época de la Segunda Guerra Mundial, los braceros contratados eran enviados en trenes de primera y segunda clase, se les daba comida de regular cantidad, y en Chihuahua, (Ciudad Juárez), se les cambiaba de convoy, era notable la comparación: primera clase, clima artificial, asientos enresortados cubiertos con fina tela, comida principesca, esmerada atención, carro comedor atendido por “hombres de color”.
Ninguna de las ventanillas de esos trenes se abre. Los viajeros estaban acostumbrados a la algarabía de vendedores en las correspondientes estaciones ferroviarias, pero allá no se podía. Y había detalles sorprendentes, como el caso comentado en diarios norteamericanos, que una mujer blanca, de familia orgullosamente “aria”, parió a un precioso negrito y el padre, blanco, golpeó inmisericordemente a la señora. El asunto llegó a los tribunales y resultó que el agresor…tenía antecedentes negros, la mujer era absolutamente inocente.
Desde luego no todo era positivo. Muchos braceros eran rechazados, pero volvían como “si los llamaran con campana”.
Corría en aquellos tiempos una leyenda. Para inventar mitos siempre hemos estado los mexicanos en un lugar privilegiado. Se decía que en Sonora funcionó un centro de contratación para el Programa Bracero y que había tanta pobreza, que entre las filas de aspirantes a obtener empleo, “hubo gente que llegó a morir de hambre y sed. Los cuerpos fueron llevados a fosas comunes”. Nunca ha habido registro oficial de esas “muertes”, y Alberto Nájar recordó esa historia no comprobada, para BBC Mundo, en octubre de 2016.
Bueno, el caso es que paulatinamente se reforzó con chismes y medias verdades el asunto del “fondo de ahorro jamás entregado por el gobierno mexicano”.
El licenciado Manuel Dardón Velásquez, (con “s” primero), del PRD, explicó en un documento que “ante el descontento y la organización que vinieron observando los ex braceros, viudas e hijos (¿?), la Cámara de Diputados y el Ejecutivo Federal, se vieron en la necesidad (¿?) de intervenir en el asunto”.
El 17 de abril de 2001, comenta, “la Cámara de Diputados aprobó la creación de una Comisión Especial de Seguimiento a los Fondos Aportados por los Trabajadores Mexicanos Braceros” y el 19 de septiembre de 2001 se instaló dicha comisión.
Inexplicablemente, en pláticas con la Secretaría de Gobernación, indicó Dardón, “se nombró como enlace al ingeniero Miguel Ángel Chávez y se plantearon los siguientes puntos: el monto total del fondo de cada bracero sería de SESENTA MIL PESOS, siendo el último beneficiario las viudas”.
El PRD sostenía que “se debía amparar a los braceros que trabajaron de 1942 a 1966 (¿?), que se debía hacer extensivo el beneficio hasta los hijos y que la forma de pago sería primeramente del 25 por ciento y posteriormente 2000 pesos mensuales hasta agotar el monto total”.
Y que “existía consenso de todas las fuerzas en que se les otorgara seguridad social gratuita a los braceros, esposas o viudas y que se les otorgara gestión de visas humanitarias para familiares”…
Otro punto acordado fue el “levantamiento de un Padrón o Censo de Exbraceros para el efecto de cuantificar el universo del problema y adecuar las cifras para cualquier solución que se adoptara”.
Pero se observaron diversos problemas como la falta de formatos para el registro y escaso personal de la Secretaría de Gobernación. Finalmente y no obstante que Gobernación se comprometió a entregar el padrón a la Cámara de Diputados a la brevedad posible, lo entregó un poco tarde a la Comisión de Población, Fronteras y Asuntos Migratorios.
Se crearía un Fideicomiso para la Asistencia de los Braceros que abarcaría el período de contratación de 1942 a 1946 (¿?), la asistencia económica solo sería para los ex braceros o para sus cónyuges, el monto de la compensación sería de cinco mil dólares americanos, pagaderos en un plazo no mayor de 5 años contados a partir de la entrada en vigor de la ley.
El 25 de mayo de 2005 fue publicado en el Diario Oficial de la Federación el Decreto por el que se creaba el Fideicomiso, los beneficiarios serían los ex trabajadores migratorios que hubieren prestado sus servicios en los Estados Unidos de América durante los años de 1942 a 1964, (¿por fin, 1942, 1946, 1942-1966 o 1942-1964?), o en su caso, sus cónyuges o los hijos e hijas que sobrevivieron y que cumplieran con los requisitos.
De preferencia debían identificarse con uno o más de los siguientes documentos ORIGINALES: Contrato individual de trabajo, bajo el Programa de Trabajadores Migratorios Mexicanos 1942-1964. Comprobante de pago emitido por el contratante. Tarjeta de Identificación Consular, (mica café). Para el cónyuge sobreviviente, los documentos mencionados, acta de matrimonio y acta de defunción del extrabajador migratorio mexicano. Y para hijos e hijas, acta de defunción del bracero y de su cónyuge; acta de nacimiento y resolución judicial en que conste el nombramiento de albacea o carta de común acuerdo entre hermanos, especificando el beneficiario.
El Fideicomiso contó con un comité técnico integrado por representantes de Hacienda, Gobernación, Desarrollo Social, Relaciones Exteriores y de la Función Pública.
Se repartieron primero 298.5 millones de pesos. El 5 de octubre de 2005 se informó que en el padrón de exbraceros de la SEGOB había 104,000 personas. Y pronto se contó con un padrón global de 222,775 personas.
A 15,825 personas se les entregaron 38,000 pesos, (¿No que se calculaban SESENTA MIL PESOS por empadronado?), y faltarían de pago 206,950 ex braceros, lo cual habría comprometido recursos por 7,864 millones 100 mil pesos.
O una partida presupuestal anual de 2,621 millones 366,000 pesos, aproximadamente, si se hubieran dividido los 7,864 millones 100 mil pesos, en tres años, que era el término de duración del Fideicomiso.
No obstante lo anterior, los Estados de la República y el entonces Distrito Federal no habían destinado ningún recurso para pagar a los ex braceros y el 10 de marzo de 2006, la SEGOB cerró la recepción de documentación.
Casualmente, Gobernación estimó que de 222 mil 775 solicitantes del “apoyo social, sólo 47,749 sí cumplieron con todos los requisitos legales, 140 448 personas contaban con entrega de documentos pero les faltaba el folio de Gobernación y 34 mil 578 presentaron “CUALQUIER OTRO DOCUMENTO”.
También se dio el caso de que 156 personas interpusieron una demanda de amparo contra la ley que creó el Fideicomiso. Y la Secretaría de Gobernación volvió a entregar documentos ahora con una diferencia de 5,116 beneficiarios. El informe del licenciado Dardón termina con el dato de que faltaba por pagarles a 19,080 extrabajadores.
Cada uno de los beneficiarios que recibieron apoyo económico, firmó un documento en el que aceptó liberar al gobierno de los Estados Unidos Mexicanos y sus dependencias, lo mismo que a cualquier otra institución pública mexicana, incluyendo órganos autónomos, de cualquier reclamo del pasado, presente y futuro relacionado en cualquier forma con los Acuerdos Internacionales que dieron origen al Programa de Trabajadores Migratorios Mexicanos, sin reservarse ningún derecho o acción legal que pudiera corresponderles en virtud de dichos acuerdos.
EL ROBO DEL GOBIERNO
El 14 de agosto de 2005, el periodista Jesús Ramírez Cuevas, publicó en La Jornada un artículo “donde demostró documentalmente que los ex braceros SI APORTARON el 10 por ciento de su salario para un fondo de ahorro que el gobierno, en 2005, se negaba a pagarles”.
El joven Ramírez aseguró que entre 1942 y 1966 (¿?) el gobierno mexicano recibió millones de dólares procedentes de Estados Unidos como parte del fondo de ahorro descontado a trabajadores migrantes y que NUNCA LES FUE DEVUELTO “como se acordó en el convenio binacional”.
El Ejecutivo alegaba que NO HAY DOCUMENTOS OFICIALES QUE ACREDITARAN LA RECEPCION Y DESTINO DEL DINERO, pero exbraceros encontraron pruebas de que el gobierno recibió sus ahorros devengados en el vecino país. Ramírez añadió que “en privado, los legisladores y funcionarios consideraron impagable la deuda y optaron por crear un Fideicomiso para darles a los exbraceros ayuda social, aclarando que no era compensación, indemnización o retribución”.
Sin dar nombres, Ramírez Cuevas expresó en su reportaje que “el monto de la deuda, SEGÚN ALGUNOS INVESTIGADORES, rondaría entre 750 millones y 1,000 millones de dólares, contando la deuda más los intereses generados”.
¿Qué pudo suceder como para que decenas de personas creyeran en el rumor de una colosal estafa e hicieran cálculos sobre las rodillas?
Es obvio que jamás leyeron LOS INFORMES PRESIDENCIALES de por lo menos 22 años en que varios Jefes de la Nación lamentaron profundamente la fascinación que siempre han ejercido los dólares, “los billetes verdes”, entre mexicanos que se cansaron de ir y regresar, LEGAL O ILEGALMENTE a Estados Unidos para trabajar en cuestiones agrícolas y de servicios diversos.
Los Presidentes de México aseguraron, casi sin excepción, entre 1944 y 1964, que mucha mano de obra excelente, escapaba a los controles ejercidos no sólo por autoridades norteamericanas, sino mexicanas como en el caso de la Secretaría del Trabajo y, pudiera decirse que por desgracia, gran porcentaje de esos trabajadores, que legalmente hubieran tenido empleo seguro y bien pagado, una y otra vez por temporadas, no regresaban a nuestro país perdiendo derechos y no reclamando en su oportunidad el cheque que amparaba su fondo de ahorro que DEBIAN INVERTIR EN IMPLEMENTOS AGRICOLAS y cuyo seguimiento debían implementarlo los bancos mexicanos, para que nuestros braceros pudieran adquirir IMPLEMENTOS AGRICOLAS que pudieran traer los trabajadores al repatriarse en cumplimiento del convenio bilateral. O sea que Estados Unidos sabía que tarde o temprano, esos implementos agrícolas sustituirían paulatinamente el trabajo a mano limpia…como sucedió finalmente.
Se calcula oficialmente, (no existe la seguridad, a pesar de que se intentó documentar todo), que durante el período que abarcó el más famoso acuerdo bracero, entre 1942 y 1964, (no 1966 como asegura Jesús Ramírez Cuevas), “alrededor” de 4.6 millones de personas trabajaron como braceros documentados en Estados Unidos.
Si los Presidentes de México afirmaron en sus Informes anuales que más o menos un 60-70 por ciento de quienes se enrolaban, sucumbía ante mejores ofertas de trabajo, pagadas en dólares y se quedaba en Estados Unidos, a pesar de la prohibición, entonces los cálculos ya no deberían haber sido hechos tomando en cuenta los “alrededor de 4.6 millones de trabajadores migratorios”, sino mucho menos individuos.
Empero, repetimos, el mismo Congreso de la Unión, a través del diputado Ricardo Ernesto López Priego, del Grupo Parlamentario Morena, expresó que “como es LAMENTABLEMENTE CONOCIDO, aun cuando el gobierno estadunidense envió los recursos del fondo, en tiempo y forma, al gobierno mexicano, éste NO LO HA ENTREGADO A LOS EXBRACEROS, JUNTO CON LOS INTERESES BANCARIOS Y AJUSTES INFLACIONARIOS CORRESPONDIENTES A 76 AÑOS QUE HAN TRANSCURRIDO DESDE EL INICIO DEL PROGRAMA BRACERO”.
Y el Centro de Análisis Multidisciplinario, (CAM), de la Facultad de Economía de la UNAM, calculó en 2008 que el monto de la deuda del gobierno mexicano con los exbraceros ASCENDIA A MAS DE CINCO BILLONES DE PESOS, ES DECIR, QUE A CADA TRABAJADOR LE CORRESPONDÍA EN PROMEDIO UN MILLON 96 MIL PESOS.
Es obvio que en tiempos modernos, Hacienda y la Secretaría del Trabajo pudieron impedir el gran engaño sobre el supuesto “robo del fondo de ahorro bracero”. Pero, por alguna razón que sólo a nuestros lectores toca deducir, callaron de manera misteriosa. Bueno, no tanto, por lo que respecta a la Secretaría del Trabajo, algunos de cuyos funcionarios, en presunta colaboración con diputados, defraudaron ellos sí a los braceros. Entre los diputados capturados por la policía, estuvo Carlos A. Madrazo, famoso político tabasqueño.
En fin, los braceros ganaban inicialmente .30 centavos de dólar por hora; 2.40 dólares por día, 16.8 dólares a la semana; 67.20 dólares al mes que, al término del contrato semestral obligatorio, les redituaba, (del total de 403.20 dólares), la devolución de 40.32 dólares en cheque para que compraran implementos agrícolas.
No podían abandonar Estados Unidos sin su cheque, certificado ANTE EL CONSUL MEXICANO. Así que cientos de miles de braceros, ¿iban a perder sus ahorros sin protestar e incendiar bancos mexicanos tramposos?…Claro que no, les era más sencillo cobrar su dinero, (no sabemos cómo se les obligaba a comprar implementos agrícolas), y volver más tarde al vecino país, ya sin perder tiempo en trámites migratorios. Relaciones Exteriores pudo aclarar la supuesta estafa…y también silenció su verdad. La documentación firmada ante los cónsules mexicanos debe estar en alguna bodega y se podría demostrar que la inmensa mayoría de los braceros cobró su fondo de ahorro a tiempo. Excepto los que burlaron las leyes mexicanas y norteamericanas. ¿Cómo se supo aquí, sin lugar a dudas, que no se entregó el apoyo social a desertores tramposos o incluso a gente que cobró sus cheques normalmente en aquellos tiempos?.. Algún día dejará de ser un enigma.
En principio debería aclararse que el Programa Bracero, (1942-1964), constó de varios acuerdos entre México y Estados Unidos y que, en el caso del polémico “Fondo de Ahorro”, supuestamente estafado por funcionarios mexicanos a los sufridos trabajadores, “conviene señalar que desde el inicio no se especificó el monto que habría de descontarse a cada trabajador”, según está oficialmente documentado.
Tal aseguró el licenciado Mauricio Dardón Velásquez, asesor del área de relaciones internacionales del Grupo Parlamentario del PRD.
El acuerdo para reglamentar la contratación TEMPORAL de trabajadores agrícolas migratorios mexicanos, fue celebrado el 4 de agosto de 1942, (tres años antes de que Estados Unidos arrojara bombas atómicas en Japón y terminara la Segunda Guerra Mundial), y lo modificaron el 26 de abril de 1943, para especificar que “las cantidades con que contribuyeran los trabajadores mexicanos para la formación del Fondo de Ahorro Campesino, se enviarían a bancos mexicanos que deberían cuidar que los ahorros se invirtieran en la adquisición de IMPLEMENTOS AGRICOLAS que pudieran ser traídos por los trabajadores al repatriarse CADA SEIS MESES”.
Al mismo tiempo otro gran número de trabajadores NO AGRICOLAS migratorios mexicanos, se dedicó a cuestiones ferroviarias y también se les sugirió que “contribuyeran para la formación de su Fondo de Ahorro”. Se ignora aún si se enviaron cantidades a México y si se reintegró a los ferroviarios, pero al parecer, ninguno de éstos se llamó “estafado”, ni siquiera cuando el 15 de noviembre de 1946, México y Estados Unidos dieron por terminado el acuerdo en torno al envío de trabajadores ferroviarios.
Bien. El 21 de febrero de 1948, insistimos, comienza la retención reglamentada del 10 por ciento para el Fondo de Ahorro de los Trabajadores Agrícolas, mediante constancia documental en cada día de raya. Al término de cada contrato, (nunca excedieron los seis meses de trabajo), la Secretaría de Relaciones Exteriores, a través de cónsules, debía atestiguar la entrega del ahorro para cada trabajador, mediante cheque bancario certificado a su nombre y sellado por el Servicio de Inmigración y Naturalización de los Estados Unidos, en protocolo semestral que pudiera garantizar que los contratados abandonaran territorio norteamericano sin deber o que les debieran algo. Repetimos: sólo que alto porcentaje de braceros prefería convertirse en indocumentado y quedarse en Estados Unidos, “fascinado por los billetes verdes”, como asegurara un Presidente de México en su informe anual.
Dicho en otras palabras y como comentaban algunos maestros, “con palitos y manzanitas”: las ventajas de la contratación eran menospreciadas por ingenuos trabajadores, a quienes casi nunca les importó perder su fondo de ahorro y su derecho a la recontratación siguiente.