CASO COLOSIO: TRAS LA HUELLA DE MARIO ABURTO
*No sé por qué quieren decir que Mario era un buen hijo, si siempre andaba de vago con unos amigos en un coche americano. Allí se la pasaba fumando y tomando
Corresponsalías Nacionales/Grupo Sol Corporativo
(Tercera de seis partes)
Tijuana- Para el martes 29 de marzo de 1994, poco había encontrado acerca de quién era Mario Aburto Martínez. Ese día me dirigí hasta la colonia Buenos Aires Sur, una de las concentraciones urbanas populares de Tijuana. Lugar donde vivía Mario Aburto. Las calles de tierra son irregulares. En su mayoría las casas son de madera y con techos de lámina. Los servicios son insuficientes.
No lejos de allí, a unos cinco minutos de camino por esas calles de terracería, me encontré con doña Rosalía Contreras, vive justamente en la casa contigua que es habitada por la familia de Aburto Martínez y que ahora está desocupada, pues se habían ido a refugiar a la casa Campos de San Miguel. Ella, dice, fue testigo de innumerables pleitos en ese hogar. Frunce el ceño al hablar:
-No sé por qué quieren decir que Mario era un buen hijo, si siempre andaba de vago con unos amigos en un coche americano. Allí se la pasaba fumando y tomando.
-¿Cuál era el comportamiento de Mario?
-Dicen que era muy tranquilo, pero la verdad es que se creía el papá de los pollitos. Todo se le hacía poca cosa. Siempre andaba presumiendo que iba a salir de pobre y que iba a ganar mucho dinero.
-¿Les dijo como lograría eso?
-No, la verdad es que nos daba risa y lo tirábamos de a loco.
-Y ahora que pasó lo de Colosio, ¿qué piensan?
-Que puedo pensar joven. Que está loco. Solo una persona sin sentido hace lo que hizo ese muchacho.
La señora Rosalía no quiere opinar más. Solo dispara un último comentario: “Sabía que esa familia era muy bronca, que acabaría mal. Que Dios los perdone por el mal que han hecho”.
El ambiente en esta colonia es tenso, la gente es reservada y nadie quiere opinar de Mario Aburto.
Unos, temerosos, solo nos comentan que trabajaba en la empresa Camero Magnéticos que se encuentra en la Garita de Otay, en la calle Sebastián Vizcaíno.
Durante el tiempo en que trabajó en Camero Magnéticos, sus compañeros lo catalogaron como un hablantín. A Olivia Moreno, por ejemplo, le dijo “que estaba escribiendo un libro”. A otro trabajador, Daniel Pineda Vázquez, “le platicó que se encontraba elaborando un proyecto muy importante y que era un libro de actas”. Fue precisamente él quien lo vio marcar con una cruz los días 23 y 24 de marzo en un calendario. Días más tarde, Aburto le confesó “que había trabajado en el ejército y que tenía un proyecto muy confidencial”.
Una persona le oyó decir que había leído libros sobre el socialismo y escrito dos obras “en donde trataba sus inquietudes personales respecto a las desigualdades económicas que prevalecían en el país”.
Al supervisor de la empresa le dijo que tenía conocidos en la política y platicó con él “cosas de Carlos Marx”. A alguien más le pidió “si le podía conseguir una pistola en Los Ángeles”.
También por esos días, comentaron que se veía de manera muy extraña y que regularmente traía fuertes cantidades de dinero, sobre todo dólares y que se los gastaba en uno de los tugurios que están a las laderas del hipódromo y casino Caliente.
Decidí ir a ese lugar a ver que podía encontrar.
El lugar era un tugurio de mala muerte, como la mayoría de los tugurios de Tijuana. La iluminación es escasa, las mesas están acomodadas al lado de una gran pista de baile. En esos momentos había poca gente, y las meseras con su tradicional vestimenta de microfaldas y blusas escotadas.
Una de ellas, mostraba que ya había ingerido una buena cantidad de copas, pues se le veía algo mareada. Platicaba con otras de sus compañeras acerca de lo que había pasado en Lomas Taurinas y en repetidas ocasiones dijo que ella conocía al tipo que habían presentado como el asesino y que ella había estado en él, que le había dicho que iba a ser famosos y ganaría mucho dinero.
Sus amigas le decían que se callara porque se iba a meter en problemas, que mejor no dijera nada. Pero ella, insistía en que lo conocía.
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