CASO COLOSIO: LA COBERTURA EN TIJUANA
*A una media hora del asesinato, unas personas, aparentemente judiciales, llegaron a Lomas Taurinas para pedirle a la gente que se retirara. Nunca mostraron su identificación
Corresponsalías Nacionales/Grupo Sol Corporativo
(Segunda de seis partes)
Tijuana.- El cambio de horario me desconcertó un poco. Mi reloj marcaba las 22:00 horas, pero el del aeropuerto de Tijuana marcaba las 21:00 horas. Tras comprar todos los periódicos locales de ese día, tomé un taxi y le pedí al chofer que me llevara a un hotel del centro que fuera barato y que quedara cerca de las instalaciones de PRI. Me condujo a uno llamado Las Palapas.
Al día siguiente, 25 de marzo de 1994, muy temprano, me dirigí a las instalaciones del PRI Municipal ubicado en avenida Insurgentes Norte 59, en la zona centro de Tijuana. Me puse en contacto con el jefe de prensa y le entregué la carta de acreditación que me había dado Ramón Márquez, para que me dieran las facilidades para enviar mi información vía fax.
Serían poco más de las 10:30 de la mañana cuando tomé un taxi para que me llevara a Lomas Taurinas. No sabía a qué me enfrentaría en aquel lugar marcado con rojo sangre. Para entonces habían transcurrido dos días del asesinato de Colosio. Había mucha confusión y sentimientos encontrados. Miedo, coraje, impotencia. Y por encima de todo, una profunda incertidumbre por no saber quién, y por qué motivos, un tal Mario Aburto, había asesinado al carismático candidato que desde su primer día de campaña había sido recibido con agrado por gran parte de la población.
Entre el fraccionamiento Otay Universidad, las colonias Río Aeropuerto y Centro Urbano 70-76, se ubican en un cañón el cual, a partir de 1983, se fue poblando poco a poco, hasta llegar a ser lo que hoy se llama Lomas Taurinas.
Es una colonia que ya cuenta con los servicios públicos básicos, pero que muestra los atrasos de un asentamiento irregular.
El presidente de los colonos, Pedro García, afirma que el 80 por ciento de los vecinos del lugar son priistas. Y fue justo aquí, en este lugar de priistas, que Luis Donaldo Colosio perdió la vida.
En la parte baja del cañón se puede observar un riachuelo de aguas negras que lo surca. A un lado, un parque. A la derecha de este, un improvisado altar que los vecinos han levantado en memoria de Colosio.
La vida parece seguir su curso normal. Pero el ambiente se siente pesado. Caras largas de los vecinos. Miradas interrogantes, temor ante el patrullaje de la policía municipal.
Pedro García es uno de los fundadores de Lomas Taurinas. Sus modestas ropas comprueban que es una persona sencilla. Platica con los vecinos a solo unos pasos del improvisado altar hecho por los propios vecinos.
Al principio se muestra renuente a hablar con la prensa, pero luego de unos minutos accede: “El pueblo de Lomas Taurinas no tenía ningún resentimiento con Colosio, al contrario, sabíamos que nos ayudaría con nuestros problemas”.
- ¿Ustedes conocían a Mario Aburto? ¿Vivía en esta colonia?
-En esta colonia nadie lo conocía. Él vivía hasta por Otay, a la salida de Tijuana. No sabemos cómo se enteró de que aquí se llevaría un acto político. Creo que hubo personas que le informaron.
Antes de poder realizar la siguiente pregunta, interrumpe y seguro de sí mismo agrega:
-Hay algo que no he comentado. Creo que esto fue de acuerdo común. Si no con la seguridad personal del candidato, sí con la municipal, porque ese día no hubo guardias. Yo personalmente, donde está la cruz, donde estaba el charco de sangre, se quedó un buen tiempo el casquillo. Nosotros no lo quisimos recoger. Aquí estaba un licenciado del PRI que se llama Aarón Juárez, y yo decía: ‘debería usted llamar a un perito o a la policía federal porque es de su competencia’.
A una media hora del asesinato, unas personas, aparentemente judiciales, llegaron a Lomas Taurinas para pedirle a la gente que se retirara. Nunca mostraron su identificación. Uno de ellos tenía una plaquita del PRI; se cuchicheaban entre ellos. Hablaban y hacían como que buscaban, pero sin hacerlo; uno de ellos disimuladamente se quitó la placa y se la guardó en la bolsa de la camisa.
Sigue García:
- ¿Qué puede uno pensar o imaginar de todo eso? Que hubo complicidad en su contra. Eso fue lo que yo vi porque estaba junto a Colosio.
Por unos minutos se queda, inmóvil, observando el lugar donde está ahora el pequeño altar. Reflexiona, trata de recordar cada momento de aquel fatídico miércoles de marzo. Al final, elucubra:
-Sé que algo se estaba fraguando desde debajo del agua. Porque antes de que yo bajara al lugar donde se realizaría el acto, estaba arriba parado en una de las tarimas, observando su llegada y vacilando con unos miembros de Solidaridad. Cuando llegó el candidato, les pregunté si iban a bajar a participar y dijeron que no, que no podían estar presentes porque no les competía ese asunto. Yo bajé y estuve en el acto. Pero hubo algo que me llamó mucho la atención. Durante casi todo el acto, la música estuvo callada. No fue como en otras ocasiones en que no dejaban de hacer ruido; ahora estaban totalmente callados. Sin embargo, y aquí lo extraño, apenas terminó el acto, el sonido empezó a hacer ruido a lo bruto y le tocaron la de «Cuidado con la culebra que te muerde los pies» y con ese ruidero apenas se escucharon los disparos.
La gente quiso linchar a Mario Aburto, pero los de seguridad lo protegieron y se lo llevaron. Pedro García alcanzó a escuchar que algo le decían -y que algo decía él- pero no pudo entender ninguna palabra. “La verdad, no sé si haya actuado él solo, pero sí estamos seguros de que fue un complot. Así lo creemos todos los que vivimos aquí en Lomas Taurinas”, asevera.
A la plática se suma doña Carmen Ramírez:
–Aburto es una marioneta, un chivo expiatorio. Esto viene de muy alto. Todos en el pueblo pensamos eso. Él se sentía muy seguro de lo que hizo. Todo viene desde arriba. Lo van a dejar morir solo, porque muerto el perro se acaba la rabia. Un día de estos va a amanecer muerto y van a decir que se ahorcó.
En su rostro se reflejan la ira y la impotencia. Cuando parece que no tiene más que decir, suelta:
- “El mismo PRI puso a Colosio y el mismo PRI se lo quebró”.
Ese sería el sentir no solo de Carmen, sino de gran parte de la población que ven en el PRI al principal sospechoso.
Al lugar van llegando poco a poco más gente de la misma colonia y de otros lugares. Entre ellos Álvaro Francisco Colosio, primo hermano del candidato asesinado. Dialoga con algunos vecinos sin que estos sepan de quién se trata.
Al igual que los pobladores de esa barraca, Álvaro Francisco señala que no cree que Mario Aburto hubiera asesinado a su primo por decisión e iniciativa propia.
- “Estuvo preparándose por allí, debe haber algo más de fondo, creo que lo vamos a saber poco a poco, confiamos en el estado de derecho, las personas que están haciendo la investigación lo van a sacar adelante”, confía.
El primo de Colosio Murrieta, abogado de profesión, menciona que hay una permanente comunicación de la familia Colosio en diferentes partes del país y destaca que están recibiendo mucha información, pruebas, nombres, fechas, fotografías y videos, aunque no todo puede ser catalogado como verídico.
Allí también estuvo José Zavala, miembro del Comité Político del PRI de Tijuana.
-Es muy difícil pensar que si no querían que fuera presidente se lo hubieran dicho. El pueblo deseaba que lo fuera. Si esa expresión tiene alguna intención y va dirigida a alguien, hay un dicho que reza: “A quien le quede el saco, que se lo ponga. Quién sabe si haya alguien a quien le quede. Es muy difícil especular”.
- ¿Cree usted que se haya fraguado un complot en contra de Colosio?
-Todo parece indicar que sí. Pero solo las investigaciones deberán decir la verdad.
En su opinión, la salida de Córdoba es significativa en las investigaciones, y “quizá haya sido para protegerlo o para que no entorpezca las mismas”.
-¿Cree que se pueda llegar a conocer la verdad?
-Lo deseo ardientemente, con mucha fe y esperanza. Que se sepa quiénes fueron. Exigimos que se esclarezca, lléguese a donde se llegue, pero que se aclare. Es tiempo de que no se maquillen las cosas. Si hay alguien atrás, que se aclare por justicia.
El sol del mediodía cae a plomo sobre Lomas Taurinas. A lo lejos se puede ver la movilización de elementos de Seguridad Pública. Más de seis patrullas escoltan una camioneta con vidrios polarizados.
Tres pick-ups transportan a funcionarios de alta seguridad. A diferencia del 23 de marzo, la seguridad es notoria, excesiva. La orden es detener a cualquier persona que haga un movimiento sospechoso. ¿Quién será la persona a la que custodian? La pregunta tiene pronta respuesta. Lo vemos acercarse, lo reconozco. Es Rafael Aguilar Talamantes, candidato presidencial del Partido Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, quien viene a depositar una ofrenda floral ante el altar de quien, dice, fue su amigo.
Los vecinos no pueden ocultar su rabia, su consternación.
-“Esto es un insulto. Ahora sí, hay vigilancia. ¡Qué poca madre!”.